Fragmento del artículo publicado por Yanes Luque, A., MarzolJaén, V. y Romero Ruiz, C. en "Tendencias actuales de Geomorfología Litoral" (Aportaciones a las 3ª Jomadas de Geomorfología Litoral, celebradas en Las Palmas de Gran Canaria, 28-30 de abril de 2005.)
RESUMEN
En este trabajo se analizan las bruscas variaciones de la altura de las olas significante y máxima, período de pico, longitud de onda, dirección de procedencia del oleaje y del rumbo y velocidad del viento, y su relación con situaciones atmosféricas específicas, correspondientes a los temporales marinos que afectaron al litoral de Tenerife entre el 7 y 8 enero de 1999 y entre el 26 y 30 de diciembre de 1998.La ocupación de más de la mitad de su perímetro por un denso poblamiento y un continuo urbano falto de planificación explica el interés del estudio de episodios de esta naturaleza.
OBJETIVO, FUENTES Y MÉTODO
El conocimiento del régimen extremal del oleaje es de gran importancia en Tenerife, al suponer su modelo de desarrollo económico reciente, basado en la agricultura de exportación y el turismo, la ocupación de más de la mita de su perímetro por un denso poblamiento y un continuo urbano falto de planificación y la necesidad de acondicionar, cuando no de crear, el frente marino. En el conjunto de los temporales marinos registrados en Tenerife entre 1985 y 2003, con el fin de proceder a su caracterización geográfica y a valorar los daños que pueden causar a la población y al territorio, se analizan en este trabajo dos tipos de episodios muy próximos en el tiempo: uno, vinculado a un oleaje local, como el ocurrido entre el 7 y 8 de enero de 1999, que afectó, aunque en grado variable, a toda la isla y ocasionó pérdidas en las infraestructuras portuarias superiores a los 175 millones de euros (Marzol et al., 2005); y otro, el del 26 al 30 de diciembre de 1998, relacionado con un oleaje distante, limitado ftindamentalmente a la costa septentrional de Tenerife y sin repercusiones económicas.
Los datos empleados, para tal fin, son de oleaje escalar de las boyas de Tenerife (1985-2003) y Tenerife-Sur (1998-2002) de las redes Remro y Rayo y de oleaje direccional de los modelos Wana (1995-2003) de Puertos del Estado. Para conocer el estado de la atmósfera que generó estas tormentas se consultan los boletines diarios del INM. Por último, la prensa aporta información acerca de localidades afectadas, pérdidas producidas...
Tras la determinación estadística del oleaje medio anual, se procede al examen de las variaciones horarias de la altura de las olas significante y máxima, período de pico, longitud de onda, dirección de procedencia del oleaje y rumbo y velocidad del viento durante esos temporales. El establecimiento del umbral de riesgo de temporal en Tenerife está aún en fase de determinación, adoptándose, entonces, como referencia de partida el umbral mínimo contemplado en la ROM (0.3-91) para la estimación de la fiabilidad de las obras marítimas, fijado en la isla en 1,5 m de altura de la ola significante.
RESULTADOS
Con una componente predominante del NNE, el oleaje que incide, por lo común, en Tenerife es de energía relativamente moderada. Está constituido por olas reducidas, al cifrarse la altura media anual de la significante en 1,4 m y de la máxima en 2,1 m, mientras que el período de pico es de 9,5 segundos; olas con una longitud media de 160 m, relacionadas con vientos entre 18 y 22 km/h. Esta estructura varía, sin embargo, espacialmente, pues las olas significante y máxima abordan el litoral norte con una altura media de 2 m y 3 m, respectivamente, y un período entre 10 y 14 segundos, denotando su exposición a las influencias oceánicas.
En el este y sureste, la situación de abrigo a tales influencias se traduce en ondas inferiores, por término medio, a 0,8 m y 6 segundos. Este régimen habitual puede experimentar sensibles modificaciones con motivo de situaciones de inestabilidad atmosférica, que, en ocasiones, se producen en el archipiélago canario. Muestra de ello es el temporal registrado del 7 al 8 de enero de 1999, que, partiendo de un oleaje inicial de swell, derivó en un enérgico Sea por acción directa del viento; y ello fruto del descenso en latitud y profundización entre los días 5 y 6 de una borrasca situada frente a Finisterre. Encajada entre el anticiclón de Azores y el existente en el Mediterráneo, canalizó los vientos hacia Canarias con un claro rumbo S-SW, que terminaron rolando al SE. El incremento de la intensidad de éstos de 30 a 60 km/h de media, con rachas máximas de 70 a 80 km/h (Criado y Dorta, 2003), determinó que en el litoral este, sureste y suroeste la ola significante alcanzara los 2,5 m y la máxima entre 4 y 5 m - incluso los 8 m en algunos momentos -, mientras que el período cayó de 12 a 6 segundos. A estos cambios se sumó la disminución de la longitud de onda, que, si en las horas previas al temporal era de unos 200 m, durante el mismo no rebasó los 50 m.
Un oleaje de tan escaso desarrollo se vio favorecido además por un fetch inferior a 70 km, al situarse el centro depresionario entre el este Tenerife y oeste de Gran Canaria. Estas variaciones fueron menos evidentes en la costa norte, debido no solo al emplazamiento de dicho centro, sino también al hecho de que este temporal enlazó casi sin solución de continuidad con una sucesión de tormentas de gran magnitud acontecidas entre el 26 y 30 de diciembre de 1998. Se trata de un episodio que comenzó con la llegada a la isla entre los días 26 y 27 de olas del NNW y N de 500 m de longitud, de 4,7 m de altura de ola significante, 7,6 m de máxima y 18 segundos de período. Estos valores apuntan a un swell procedente del Atlántico Norte, en relación con vientos de las latitudes templadas y fetch del orden de los 3000 km; por tanto, a un oleaje no local considerando que en el área de Canarias reinaba una circulación débil del este con vientos secos del Sahara.
El paso de esta situación de estabilidad atmosférica a una circulación del norte recrudeció el temporal entre los días 29 y 30, cuando sobre la isla soplaron vientos del N-NNW de 35 a 45 km/h de velocidad media provenientes de una potente borrasca situada sobre Irlanda. De ahí que la ola significante tuviera 5,7 m de altura media y la máxima superara incluso los 10 m. La disminución de la intensidad del viento en horas posteriores supuso la pervivencia de un swell en el que se mantuvieron los períodos largos, al tiempo que descendió de forma progresiva la altura de las olas.
CONSIDERACIONES FINALES
Aunque el volcanismo y el aluvionamiento se perciben en Canarias como los mayores riesgos naturales, las repercusiones socioeconómicas de muchos temporales marinos evidencian su indudable peligrosidad, máxime cuando ésta se acrecienta en numerosos tramos litorales: en unos casos debido a la práctica ausencia de plataforma litoral y/o al "encajamiento" de las aguas en los canales lávicos y muros laterales de enfriamiento de coladas que se prolongan bajo el mar, de modo que las olas conservan en el momento de la rotura mucho de su energía inicial; en otros a la existencia de plataformas volcánicas que adelantan la línea costera, favoreciendo así fenómenos de refracción convergente. No debe olvidarse, por último, la sobreelevación que experimentan las olas por efecto de la reflexión en el frente acantilado de dichas plataformas. De ahí la necesidad de individualizar y analizar con precisión el total de los episodios de tormenta y determinar su ángulo de aproximación a la costa.
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